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Y comieron perdices... o no.

No creo que sea tan malo dejar de creer en los grandes gestos. En los que salen en las películas de Hollywood, esos en los que el chico que la hace feliz aparece en su portal con un ramo de rosas debajo de la lluvia, acompañado con una declaración de intenciones bajo su brazo. Declaración en la que expone que sólo la quiere a ella, que quiere pasar el resto de sus días a su lado y que nunca debió dejarla pasarlo mal porque fue un tonto... sabía que le necesitaba con ella...
He dejado de creer en esos grandes gestos, que quizás no hayan sido nunca gestos, sino pedazos de imaginación de otra pobre que quiso que eso sucediera, pero no. En fin... no siempre las cosas de las películas son verdad. Ni el capitán del equipo de fútbol se queda con la fea, ni te enamoras perdidamente de tu amigo que te ama por encima de todas las cosas ni todas esas mierdas.
He de decir que el mundo real duele, señoras y señores y el príncipe no quiere mojarse bajo la lluvia por ti. Difícil decisión es si nos conformamos con lo mediocre o buscamos que nuestra fantasía se haga realidad, quizás no con lluvia, pero si a otra escala.
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9 meses.

TURÍN.
Veranos calurosos y húmedos, inviernos fríos y secos. O eso dicen de la capital del Piamonte.
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Bocanadas de aire fresco.

Que no lo quiero, que sí. Buscar fotos, guardarlas, cambiar tu foto de perfil. Intentar encontrar un estado que defina como estás, pero no... no quieres que nadie lo sepa, es mejor seguir haciendo cosas estúpidas. Muévete de un lado a otro. Canta en alto con los cascos puestos, salta y da vueltas hasta que te marees.
Dará igual. Y sabes que dará. Tu estómago seguirá sin respirar. Le ha dado por ahí. Está tenso, presionándote para que te des cuenta de que está ocurriendo algo muy gordo un poco más al norte de tu cuerpo, ahí, en tu cabeza. Algo que hace que el pobre estómago se esté ahogando, porque la garganta no quiere decir lo que le pasa al corazón.
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Como mirar en un álbum de hace diez años, habiendo sido ayer.

La maquinaria se puso a funcionar y de repente el reloj empezó a marcar las horas al como segundos, consiguiendo que fuera la rapidez lo que ralentizara el ritmo de las cosas. Como en un documental del National Gegraphic en el que ves como una planta, nace y muere en un minuto escaso. Tan rápido y tan despacio, en realidad.
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STOP it for me.


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Un pocou de Pompidou.