Mañana sábado. Aparece.

Y de repente dijo: ¡Aparecer! Y todos los anónimos aparecieron a la luz de la luna, al sabor de las copas y por lo que fue, lo bonito.

Que el otro día pasé por Cuzco y todo se veía con otro color. Aunque iba de vuelta a mi casa desde Tetuán, me fue inevitable hacer una escala enfrente del NH. Y es que por un momento me pareció ver a un conejo blanco, con un reloj de bolsillo, de su mano.

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