Es perfecto.
En el periodo llamado de reflexión, se entiende que se debe pensar muy profundamente en cada cosa que pase por tu cabeza. Incluso si simplemente se confundió de dirección. Se la para y se la pregunta.
Es empezar a rellenar cada vacío con cemento. Inamovible, algo más firme que las plumas que ocupan ese espacio antes del cambio.
Es quererse, lunar por lunar, diente a diente, pestaña a pestaña. Todo. Que ya es difícil decir todo y mucho más empezar a comprender que el todo es mucho y necesita cualidades inexploradas. Paciencia, templanza y mucho corazón.
Es no querer luchar, porque se sabe que las guerras tienen siempre un perdedor. Prefiero dejar que el otro gane sin que se derramen sentimientos.
Es observar como un niño.
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